sábado, 7 de febrero de 2009

Una historia sheveré

No lo he revisado porque es relativo. LOS NOMBRES de los personajes son los mismos que los nombres de las personas que conozco en la vida real, porque los personajes son inspirados en ellos. PERO estoy seguro que algunos de ellos nunca han ido a un night club ni han fumado ganjah ni ninguna cosa rara que dice aquí. Esto es ficción solamente muchachos. Yo tampoco he hecho cosas así.

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Lucas se despertó en algún momento entre las 2 y las 4 de la tarde. Se levantó con un grito, se acercó al espejo, acompañó un estirón de otro grito, y se sentó en la silla del escritorio, mirando al vacío con un ojo mientras que se frotaba el otro con la mano. Fue al baño, se miró, y fue a la cocina a tomar el leal jugo de papaya, ahora repulsivo y pasado, que lo había estado esperando desde las 7 de la mañana. Prendió el televisor mientras comía el cereal con leche, viendo, como siempre, los canales deportivos, viendo una vez más la repetición del último partido del Milan. Después de comer, Lucas partió al baño otra vez; se miró una vez más, se quedo parado con la mano en los ojos por dos minutos, y prendió la ducha.

La idea de limpieza de Lucas, obligatoria antes de cada aventura nocturna, era poco ortodoxa y escondía sus más oscuros secretos del público en general. No le encontraba motivo a lavarse con jabón – Nunca había visto su piel de color extraño, prefería solo lavarse el pelo porque eso sí parecía un trapo – ni a lavarse los dientes más metidos dentro de la boca, porque nunca nadie ve los dientes de adentro de una persona, mucho menos si esa persona no sonríe. Lucas no se habría lavado los dientes si no hubiera sido porque sabía que existía una gran posibilidad de besar a una chica, a cualquiera, esa noche.

A Lucas le importaba muchísimo su estilo reflejando sus ideales de una carencia de preocupación por las apariencias. Salió con su barba recién crecida, su largo pelo negro lavado en la ducha por quince minutos y secado por otros diez más, su chakira Huanchaquina de colores claros, su polo de chanchito, su jean “indie” y sus converse negras. De toda su ropa, la única prenda característica que tenía que ponerse, no importase si estuviera yendo a trabajar o a la playa, era una pulsera de tela que le había regalado alguna vez una amiga en Punta Hermosa, esperando que se le caiga para que se le haga realidad un sueño que ya se había desvanecido irremediablemente meses atrás.

Como todos los días a las 7, Lucas fue a la misma esquina en Miraflores a encontrarse con sus amigos; el gordo, el negro, el feo (o el lacrilla) y el incategorizable Omar.

-Habla, Céluca- dijo Omar, mientras que el gordo prendía un pucho.
-Cómo estás, maricón.- respondió Lucas, saludando a todos sus amigos con pequeños golpes en la mano, y de ahí pasándole su cigarro al gordo para que lo prenda. -¿Qué tal ah? Qué planes.
El gordo volvió a prender su cigarro, que se había apagado, y alzó la mirada al cielo, botando humo de la boca. –Puta weon, volví a faltar a mis clases. He jalado todo el ciclo cero.
-Puta gordo, que eres un estúpido.- dijo Omar.
-Francamente.- añadió Lucas.
-Huevón, en serio, esta huevada te va a cagar.- dijo el feo. –De ahí tienes que pagar un culo de plata para meterte al primer ciclo huevón. A un pata le pasó eso.
-Pero tú no tienes patas.- dijo, con su tacto característico, el negro.

Tras dos horas de conversación, progresivamente más degradante y en la que cada miembro del grupo intentaba sostenerse con la punta de los dedos a lo más alto de una colina que no era más alta que ninguno, optaron por un plan.

Es aquí cuando la vida de Lucas empieza a tener diferentes variables: Más allá del plan nocturno, los días siempre eran iguales, carentes de mañanas, carentes de momentos familiares, carentes de cosas prácticas, carentes, totalmente, de cualquier forma de altruismo. Los planes variaban cada noche: Una noche podía ser ir a chupar a algún sitio en Miraflores, otra noche a lo mismo pero en Barranco, otra noche alguna reu de alguna chibola desafortunada, otra noche ir a un night club, otra noche ir a chupar a la casa de Omar, otra noche ir a fumar hierba a donde Omar, otra noche ir a chupar, fumar hierba y jugar Winning Eleven donde Omar.

Una noche en particular, sin embargo, por diversos motivos, los únicos dos que estaban en el barrio eran el negro, Lucas y Alonso, el mejor amigo de Lucas, que se había aparecido por su casa un rato antes.

-Puta, ¿dónde mierda están todos?- dijo Lucas al llegar a la casa del negro Jorge, que quedaba convenientemente a dos cuadras de su edificio.
-No sé weon.- dijo Jorge, asomándose por su ventana sin polo y con cara de dormido.
-Ta mare, ¿tienes planes?
-Nada.
Entonces Alonso soltó un sonido característico suyo, una especie de risa macabra y afeminada, y dijo,
-Es la despedida de una flaca de los Reyes que se va a Brasil, podemos ir si quieren.

Tras convencer por algunas horas a Jorge, el grupo partió hacia la reunión, en una casa en Miraflores, casi llegando a Barranco. Entraron, y había mucha gente “bohemia” de esa que conocía Alonso, esa gente, que, a diferencia de Lucas, lograban el “look” que él deseaba, usando la única receta accesible y tan distante a él: Una carencia total de importancia.

Alonso rápidamente se juntó con un grupo de chicas, mientras que Jorge y Lucas se pararon contra una pared, tomando unas cervezas que encontraron rápidamente.
-Puta madre, no conozco a nadie.- dijo Lucas.
-¿Crees que yo sí?- ladró Jorge, tomando un sorbo de chela.
-Puta, no sé weon.

Sin embargo, pasó un pata grande y musculoso, que frenó y vio al par luego de que el negro le aplicó un lapo en la cara.

-¿Coronel?
-¿Tato?

Jorge y Tato se abrazaron, hablaron del colegio y empezaron a tomar chela juntos. Lucas mintió (voy al baño) y se mandó a la deriva por la reunión, buscando cualquier salida a una soledad que poco a poco le corroía el interior.

Decidió, entonces, que para matar tiempo, sería bueno verdaderamente ir al baño. Éste quedaba en el segundo piso de la casa en la que estaban, y había una gran cola en las escaleras, principalmente constituida por un grupo de chicas bonitas y distraídas. Lucas se paró atrás de ellas, y alzó la mirada al escuchar una risa conocida y afeminada.

Alonso estaba a la mitad de la escalera, conversando con la chica más linda que Lucas había visto en su vida. Era más o menos de su tamaño, flaca, aparentemente deportista, con una cara pequeña, una mirada punzante, una expresión decidida y sonriente, pelo marrón suelto y largo. Tenía puesto un polo azul y una minifalda blanca, y miraba fijamente a Alonso, mientras se reía de sus estupideces.

Haciéndose espacio bruscamente entre las chicas distraídas, Lucas se acercó a Alonso y su amiga, armándose de valor, preparando pequeños chistes en el camino y con una emoción indescriptible.

...Continuará papis

2 comentarios:

roze dijo...

QUIERO LEER MAS !

ReyBabar dijo...

es huanchaquera no huanchaquina

esta divertida
y mi risa no es afeminada (aunque se q lo dices por chongo :))